Es extraño el amor y la forma que tiene de enraizarse en nosotros sin preveerlo. Tenemos diferentes formas de hacernos daño y podemos ser la persona que sufre o la que hace sufrir dependiendo de las circunstancias, que no son más que circunstancias al fin y al cabo. Sería más sencillo si pudiesemos elegir que nuestros sentimientos fuesen iguales y recíprocos: admirar a quien nos admira, conocer a quien nos conoce, entender a quien nos entiende y amar a quien nos ama, en las mismas proporciones. Parece imposible que dos personas se profesen el mismo sentimiento y, aún más, encontrar a esa persona en el momento adecuado, cuando estás preparado para dar lo que se espera que des, y no más, y no menos. Sentirnos llenos del mismo modo que hacemos sentir lleno al otro y viceversa. Nuestro corazón, calculador exacto, latiendo al mismo ritmo.